Shemá Israel
Preceptos y Conceptos del Judaísmo
Por el Rabino Eliezer Shemtov
La proclamación máxima de la fe judía es, sin
duda: Shmá Israel, Ado-nai E-loheinu,
Ado-nai Ejad, traducido ligeramente como “Oye Israel, D-os es nuestro D-os;
D-os es uno”. Se la encuentra escrita en la Mezuzá como también en los Tefilín. Hay
obligación de pronunciarla dos veces al día, una vez por la mañana y otra vez
por la noche. Millones de judíos, a lo largo de la historia, se despidieron de
este mundo con estas palabras en sus labios.
Veamos algunos aspectos de la misma.
El origen de dicha oración está en la lectura
bíblica de la semana pasada, Vaetjanan (Deut.,
6:4). Ahí (6:7) también figura la obligación de proclamarla al “levantarse” y
al “acostarse”. La Halajá,
basada en la opinión de Beit Hillel (Talmud Berajot, 10b) explica que se
refiere a la hora de levantarse o sea
durante el primer cuarto del día y la
hora de acostarse o sea luego de que salgan las estrellas de noche. (Estos
horarios cambian todos los días y varían de acuerdo al lugar en el que uno se
encuentra. Se pueden ver los horarios exactos en jabad.org.uy/143790)
El jasidismo explica que el significado de
este precepto es reafirmar la fe en D-os tanto en las “mañanas” de la vida,
cuando las cosas van bien, como en las “noches”, cuando la bondad no es tan evidente.
Cuando las cosas van bien hay que recordar nuestras obligaciones para con D-os,
el proveedor de todo lo que tenemos, y no perder la cabeza y durante las
“noches” de la vida hay que recordar que todo viene orquestado por D-os y es
para nuestro beneficio.
Además, se dice el Shemá cada noche antes de
acostarse a dormir.
Veamos
algo de su etimología.
¿Qué quiere decir D-os es “uno”? ¿No sería más
apropiado destacar el hecho que D-os es el único
(D-os)?
El jasidismo explica que la intención aquí no
es simplemente negar la posibilidad de otros dioses, sino de proclamar que D-os es la única existencia verdadera y todo lo demás es nada más que Su creación
que depende constantemente de su energía creadora y vitalizadora para existir.
Esta idea está reflejada en la palabra Ejad, uno: todo es parte del Uno. La
palabra Ejad se compone de tres
letras: la Alef,
cuyo valor numérico es 1; la Jet, cuyo valor numérico es 8; la Daled,
cuyo valor numérico es 4. Esto significa que los siete cielos y la tierra (Jet) y los cuatro puntos cardinales (Daled) y todo lo que contengan son nada
más que una extensión de la Alef.
Esta es solo una muestra de las tantas
explicaciones y enseñanzas que hay relacionadas con este versículo.
Quiero compartir dos conmovedoras historias
que expresan algo de la fuerza e importancia del Shemá Israel.
Rabí
Akiva
El Talmud (Berajot,
61b) relata que cuando los romanos llevaron al gran sabio Rabí Akiva en
el año 3894 (134 EC) para matarlo por su “crimen”
de estudiar y enseñar Torá en público, era la hora de recitar el Shemá.
Mientras lo torturaban, peinando su cuerpo con peines de acero, Rabí Akiva se
concentraba en pronunciar el Shemá Israel. Sus discípulos le preguntaron: “Nuestro
Maestro, ¿Hasta aquí?” Respondió Rabí Akiva: “Toda mi vida sufría por este
versículo [de la continuación del Shemá que dice (‘Y amarás a D-os, tu D-os,
con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza’. Siendo el
significado de)] ‘con toda tu alma’: ‘aun si te quita el alma’. Decía ¿cuándo
tendré la oportunidad para cumplir con este precepto? Y ahora que tengo la
oportunidad, ¿no lo cumpliré?” Se extendió en la pronunciación de la palabra
“Ejad” hasta que su alma salió en “Ejad”…
En el
monasterio
Durante la Segunda Guerra
Mundial hubieron muchos chicos judíos que fueron depositados en los monasterios
por sus padres con la esperanza que de esta manera tuvieran mayor probabilidad
de sobrevivir la guerra. La idea era volver a recogerlos apenas se diera la
oportunidad. Muchos de estos chicos quedaron huérfanos y no había ningún padre
vivo para venirlos a buscar.
Hubo individuos y grupos valientes y sensibles
que no descansaron en sus esfuerzos por buscar estos chicos y traerlos de
vuelta al seno de su pueblo y herencia milenaria. No era tarea fácil. He aquí
uno de los episodios documentados.
“Vengo a buscar a los chicos judíos que están
en su custodia,” dijo la mujer a la encargada del monasterio. “Sabemos que hubieron
padres que confiaron sus hijos en sus manos. Estamos muy agradecidos por todo
lo que han hecho por protegerlos durante la guerra. Ahora llegó el momento de
hacerles el mayor bien: devolverles su identidad y su pueblo.”
“Con mucho gusto, Sra.,” dijo la encargada. “No
creemos que todavía hayan chicos judíos en nuestra custodia.”
“¿Podría mirar la lista de alumnos?
Seguramente podría identificarlos por su apellido…” sugirió la mujer.
“Todos los chicos con apellidos judíos ya los
entregamos a familias judías,” aseguró la encargada. “Todos los chicos que
tenemos actualmente en el orfanato tienen apellidos europeos….”
“Hay muchos apellidos judíos que son similares
o iguales a los apellidos europeos,” insistió la mujer. “No puedo conformarme
con eso….”
“¿Qué sugiere, entonces?”
“Si se me diera la oportunidad para hablar con
los chicos podría identificar quiénes de ellos son judíos,” dijo la mujer,
vislumbrando una oportunidad.
“Los chicos necesitan tranquilidad. Sólo le
puedo dar cinco minutos para hablar con ellos,” dijo la encargada.
“¿Puedo elegir cuándo usar los cinco minutos?”
preguntó la mujer.
“Si,” respondió la encargada. “Con mucho gusto”.
“Pues, si fuera posible, quisiera venir cuando
los chicos están preparándose para irse a dormir”.
“Venga, entonces, hoy a las 20 hs.,” dijo la
encargada con curiosidad.
A las 20 hs. en punto llegó la mujer al
monasterio. La encargada la acompañó a un salón enorme en el cual había decenas
y decenas de camas ordenadas en filas. Los chicos estaban ya en sus camas
prontos para dormir.
La mujer empezó a pasear entre las camas mientras
cantaba “Shemá Israel, Ado-nai E-loheinu, A-donai Ejad….”
De repente, se escucharon gritos: “¡Mamá!”, “¡Mámele!”,
“¡Mamushka!”. De todos lados los chicos reaccionaron al refrescarse los
recuerdos de su infancia cuando sus madres los acostaban cada noche, entonándoles
estas mismas sagradas y milenarias palabras.
“Ahí están los chicos judíos,” dijo la mujer
con una sonrisa. “Gracias por la oportunidad.”