martes, 28 de mayo de 2013

La Sabiduría y la Acción



La Sabiduría y la Acción
Por el rabino Eliezer Shemtov


Leí una vez un dicho que dice algo así: El que adora al filósofo aunque esté equivocado y menosprecia al plomero por lo insofisticada que es su tarea, terminará teniendo tanto ideas como caños que se hacen agua...


Tendemos a ser más impresionados por lo sofisticado, aunque sea erróneo, que por lo práctico y sencillo, aunque sea correcto.


Nuestros sabios (Pirkei Avot, 3:17)
nos enseñan que debemos saber valorar cada cosa en su lugar y no invertir sus funciones.



“...Él (Rabí Elazar ben Azaria) solía decir: La persona cuya sabiduría excede sus [buenas] acciones, ¿a qué puede compararse? A un árbol cuyas ramas son numerosas pero cuyas raíces son escasas y viene el viento lo descuaja y lo da vuelta... más aquel cuyas [buenas] acciones exceden su sabiduría ¿a qué puede compararse? A un árbol cuyas ramas son escasas pero cuyas raíces son numerosas, de manera que aunque vinieran todos los vientos del mundo y soplaran sobre él, no podrían moverlo de su lugar...”


Leyendo dicha enseñanza de Rabí Elazar ben Azaria salta una pregunta a la vista: ¿Por qué compara acciones con raíces y sabiduría con ramas? ¿No debería ser al revés, ya que la sabiduría alimenta las acciones tal como las raíces alimentan las ramas?


Las enseñanzas jasídicas nos dan una perspectiva espectacular al respecto.


La vida judía se compone de dos tipos de acciones: 1) las cosas que hacemos porque las entendemos y/o las sentimos; 2) las cosas que hacemos por haber aceptado el yugo Divino, aunque no las entendamos ni sintamos.


A primera vista parecería que las cosas que uno hace porque las entiende o siente son más profundas y meritorias que aquellas acciones no motivadas por la comprensión o el sentimiento. Pero, en realidad, es al revés. Aquellas acciones que realizamos más allá de nuestra comprensión o sentimiento expresan una dimensión más profunda de nuestro ser que las que realizamos simplemente porque así lo entendemos o sentimos.


La explicación:


La sabiduría humana, por más profunda y extensa que sea, sigue siendo limitada. Fíjate, por ejemplo, que el renombrado físico, Stephen Hawking, habla de conceptos cósmicos y no entiende realidades sencillas en el Medio Oriente... Lo mismo ocurre con los sentimientos humanos; tienen límites. Si quiere a alguien más, hará más por él, y si quiere a alguien menos, hará menos por él. Si uno hace algo por respeto al dador de una orden, más allá de su motivación personal, no hay límite en cuanto a lo que puede lograr.


La sabiduría y los sentimientos trabajan en el plano consciente de la persona, mientras que la disciplina y aceptación del yugo Divino provienen de la esencia misma de uno. Uno hace lo que D-os manda porque es su razón de ser, más allá de la inspiración que puede o no acompañarlo.


Ahora podemos entender la comparación entre raíces y acciones y sabiduría con ramas. Si  bien en muchas áreas de la vida es la sabiduría que dicta las acciones, en cuanto a nuestro vínculo con D-os, el comportamiento influye en las ideas más de lo que las ideas influyen en las acciones. Si uno hace únicamente lo que entiende y siente, su vínculo con D-os será limitado; en cambio si cumple con los mandatos Divinos más allá de los límites de su motivación consciente, logrará también entender y sentir más allá de lo que se imaginaba.


Esta “receta” la tenemos desde los albores de nuestra historia. Cuando D-os le ofreció la Torá al pueblo judío, respondieron Naasé Venishmá, o sea, “cumpliremos y entenderemos”. El énfasis aquí está no sólo en el orden las cosas, cumplir antes de entender, sino en su interdependencia, entender a los mandatos Divinos se logra por medio de su cumplimiento y no vice versa.


Try it, you’ll like it


Hubo una expresión muy famosa en los EEUU durante las décadas de los 60 y 70: Try it, you’ll like it, o sea, “Pruébalo, te va a gustar”. La idea es muy sencilla: hay experiencias que no se pueden explicar, hace falta experimentarlas personalmente para poder “entenderlas”.


En realidad, el rey David ya lo dijo (Salmos, 34:9) hace miles de años: “Prueben y verán que D-os es bueno...” Nuestra conexión más pura con D-os emana de nuestra propia esencia; la manera de activarla es por medio de hacer lo que D-os quiere, más allá de si entendemos o no.

Los lectores casados pueden entender este concepto perfectamente. Cuando tu esposa te pide que hagas algo, ¿qué importa más, saber por qué quiere lo que quiere o simplemente cumplir con lo que quiere?
Si el amor que uno tiene por su esposa es más grande que el que tiene por sí mismo, le importará más satisfacer el deseo de ella, que satisfacer su curiosidad personal. Después de cumplir con el deseo de ella, y lograr expresar su amor incondicional por ella, podrá intentar entender el por qué, si es que todavía le resulta importante saberlo.  
Y ¿por qué quiere satisfacer el deseo de su esposa aún sin entender su motivo? Porque la ama. Y ¿por qué la ama? Porque sí. Un verdadero amor no tiene un “porque” racional, es una conexión que emana de más allá de los límites del consciente y siquiera del inconsciente; proviene de la propia esencia misma. Desde esa perspectiva, las cosas se “entienden” con otra claridad...
En conclusión:
Hay un dicho jasídico que dice, “menos hablar, más pensar y más aún hacer”. Lo principal es la acción, como escuché hace poco de uno de mis hijos (que prefiere el anonimato) que mientras el optimista y el pesimista discuten si el vaso es medio lleno o medio vacío, el realista viene y se lo toma....
Me viene a la memoria una conversación que tuve con el Sr. Michael Steinhardt durante su visita al Uruguay hace unos diez años en la cual criticaba el hecho de que los rabinos de Jabad en su mayoría no han estudiado ni economía ni administración de empresas. ¿Cómo hacen para manejar instituciones tan grandes sin una preparación más allá que la rabínica?
“Quizás ahí descubrió uno de los secretos del éxito de Jabad,” le dije. “Gran parte de las cosas que hemos hecho es porque no supimos que lógicamente no se podían hacer...”


Si uno hace las cosas motivado únicamente por su interés personal, siempre encontrará algún impedimento que otro. Cuando uno es motivado por lo que la situación exige, no hay límites en cuanto a lo que es capaz de lograr.

Originalmente publicado en el Semanario Hebreo