domingo, 14 de julio de 2013

La Justicia Divina



La Justicia Divina
Por el rabino Eliezer Shemtov

Para muchos es difícil aceptar que D-os es el responsable último por todo lo que pasa en el mundo, ya que hay tanta injusticia aparente. ¿Es lógico pensar que un ser omnipotente y justo permita que ocurran atrocidades? ¿No será que D-os o no es justo o no es omnipotente o siendo justo y omnipotente no se mete en lo que pasa aquí en la tierra?

Nuestros sabios indican (Talmud, Berajot 54a, 60b)
que hay que bendecir a D-os por lo “malo” de la misma manera que uno bendice por lo bueno. O sea, D-os es el responsable último de todo lo que sucede. Pero, ¿cómo se explica?


Dos tipos de beneficio

El jasidismo nos ofrece la siguiente explicación.

Hay dos tipos de beneficio: 1) el beneficio obvio; 2) el beneficio oculto. El beneficio oculto, incomprendido por el hombre, es superior al beneficio obvio que puede apreciarse por la mente humana limitada.

El ejemplo sencillo es el niño que prefiere un caramelo en lugar de una vacuna. Para el niño la vacuna es un sufrimiento. No entiende cómo sus padres permiten que lo pinchen. Para un adulto, empero, es obvio que la vacuna le hace un bien mayor que el caramelo. Es un bien que trasciende el alcance de la mente de un niño, pero esto justamente implica un bien superior al bien que puede entenderse por la mente de un niño.

En otras palabras, las cosas pueden parecer malas desde nuestra perspectiva humana limitada. Bendecimos a D-os para expresar que aceptamos que Su decisión es para nuestro beneficio, aunque no entendamos cómo lo es.

Moisés y las tres “injusticias”

El midrash cuenta que un día Moisés estaba en el desierto, descansando detrás de unos arbustos, cerca de un oasis. De repente vio llegar un viajero que se asomó a la fuente para tomar agua y al agacharse se le cayó su bolso de dinero. No se dio cuenta y siguió su camino.

Al rato llega otra persona a tomar agua. Encuentra el dinero, se lo lleva y se va.

Llega una tercera persona a tomar agua y se acuesta a descansar en la sombra de los árboles.

Mientras tanto el primero se da cuenta que había perdido su dinero y vuelve al oasis a buscarlo. No lo encuentra y acusa al hombre que estaba descansando. El hombre negó haberlo encontrado. El primero no le cree, se enoja y lo mata.

Moisés levanta sus ojos al cielo y dice: ¡Amo del universo! ¿Dónde está la justicia?

D-os le responde: Te voy a explicar el tema esta única vez.

El dinero que el primero perdió no era suyo. Lo había heredado de su padre quien, a su vez, lo había robado.

El segundo fue el de quien el padre del primero lo había robado. Hoy le devolví lo suyo.

¿Y el tercero?

El tercero fue el asesino del padre del primero. El hijo hizo la justicia, sin saberlo.

Vemos de esta historia que realmente no podemos juzgar la justicia únicamente en base a  lo que nuestros ojos ven. Está en nosotros aceptarlo y reconocer la justicia suprema e infalible del Creador del Universo, aún sin entenderla.

(Para los escépticos: no importa si realmente fue así; el punto es que no tenemos cómo saber qué es lo que no sabemos y por lo tanto no podemos juzgar si algo es justo o no.)

Si tu fueras D-os

Cuentan de tres sabios jasídicos que estaban conversando entre sí cómo crearían al mundo si fueran D-os.

Cada uno dio su idea de cómo crear un mundo mejor. Cuando le tocó a Rabí Schneur Zalman opinar, dijo: si yo fuera D-os crearía al mundo tal cual Él lo creó.

O sea, desde el punto de vista humano limitado hay muchas cosas cuyo beneficio no entendemos, pero confiamos en que D-os, desde Su perspectiva, lo ve de una manera más acertada.

Todo es para bien

El Talmud (Berajot 60b)
nos cuenta de Rabí Akiva que decía siempre “Todo lo que D-os hace es para bien”. Un día estuvo de viaje y quiso entrar a la ciudad para trasnochar. Ya habían cerrado los portones y no lo dejaron entrar. Se vio obligado a dormir en el campo. Al rato vino un viento y le apagó su linterna. Vino un gato y le comió el gallo. Vino un león y le comió el burro. A la mañana fue a la ciudad y vio que durante la noche la habían asaltado. “Eso es lo que digo siempre,” dijo. “¿No ven que todo lo que D-os hace es para bien?”. Si lo hubiesen dejado entrar a la ciudad, lo hubiesen asaltado también. Y si hubiesen visto la linterna en el campo u oído al gallo o al burro, lo hubiesen encontrado (
Rashi, ibid 61a)
.


Si bien no siempre vemos en seguida el beneficio de lo que parece ser algo negativo, el hombre de fe acepta que todo es para bien, aunque no vea por qué.

¿Entonces qué?

¿Qué conclusión sacamos de todo esto? ¿Hay que aceptar pasivamente todo lo que ocurre en nuestra vida y en nuestro derredor?

Para nada. Cuanto más uno cree en D-os tanto más reclama la justicia y lucha contra las injusticias, ya que si no cree en D-os ¿a quién se va a quejar por “injusticia”? Como encontramos con el “padre de los profetas”, Moisés: cuando D-os le informó que pensaba destruir al pueblo judío por el Becerro de Oro que habían confeccionado apenas cuarenta días después de haber escuchado en el Sinaí la orden de no crear otros dioses, Moisés reaccionó rogándole a D-os para que perdonara al pueblo judío y en caso contrario que lo borrara de Su libro. No aceptó el plan Divino así nomás. Si D-os es el responsable último de todo lo que ocurre en el mundo, quiere decir que puede cambiar lo planificado y alterar el curso previsto de las cosas. A veces hace una “injusticia” para que no nos quedemos indiferentes y hagamos algo al respecto, o por lo menos reclamar.

Justificación del sufrimiento
Nuestros sabios explican que el único sufrimiento que se puede y debe justificar es el de uno mismo. Jamás debe uno justificar el sufrimiento de otro. Hacerlo sería cruel. El no justificarlo no implica ir en contra de la voluntad de D-os; todo lo contrario. D-os quiere ver que nos importa el dolor del otro al punto de reclamar su alivio.

La realidad actual

Hace unos dos mil años que estamos en el exilio. No tenemos el Beit Hamikdash en su lugar y no nos dejan vivir en paz. Hemos pasado por muchas persecuciones y hasta el día de hoy nuestros hermanos en Israel como también en otras partes del mundo se ven amenazados continuamente.

¿Cómo debemos reaccionar?

Además de tomar las mejores medidas de protección, no debemos conformarnos. Debemos saber que las cosas deben y pueden ser diferente e implorarle a D-os para que nos mande el Mashíaj ya!

Originalmente publicado en el Semanario Hebreo

domingo, 7 de julio de 2013

Los Tres Amigos



Los Tres Amigos
Por el rabino Eliezer Shemtov

Cuentan de uno que tenía tres amigos. Con el primero pasaba todos los días, con el segundo se encontraba los fines de semana y con el tercero se encontraba muy de vez en cuando.

Un día fue citado para presentarse en un juicio. Necesitaba que alguien lo defienda ante el juez.

Su amigo íntimo rehusó, diciendo que no podía moverse de su lugar.

El amigo de los fines de semana accedió a acompañarlo hasta la puerta de la corte.

En desesperación, recurrió a su amigo esporádico y, sorprendentemente, accedió a defenderlo en el juicio, asegurándole que iba a salir victorioso.

¿Quién es el protagonista de dicha historia?

La mayoría de nosotros.

El amigo “íntimo” de todos los días es el dinero. Nos ocupa la atención desde la mañana hasta la noche.

El amigo “de los fines de semana” es la familia, a quien dedicamos tiempo cuando los bancos están cerrados.

El amigo “esporádico” es el judaísmo. Algún día en el año que otro le prestamos atención.      

Llega el día de juicio, después de finalizar nuestra estadía en la tierra, y tenemos que presentarnos ante el Trono Celestial a rendir cuentas por cómo administramos la vida confiada en nosotros.

El amigo íntimo, el dinero, no se mueve de su lugar para ayudarnos. Allá no vale nada.

El amigo de los fines de semana nos puede acompañar, llorando, nada más que hasta la puerta...

Son las Mitzvot y buenas acciones que hicimos durante la vida las que nos acompañan y nos defienden hasta la eternidad.

Dicen nuestros Sabios (Pirkei Avot, 6:9)
:


En el momento en el que el hombre abandona este mundo no lo acompañan ni la plata ni el oro ni las piedras preciosas ni las perlas, sino sólo [el conocimiento de] la Torá y las buenas acciones, pues fue dicho (Proverbios, 6:22)
: “Cuando camines, ésta [la Torá] te ha de guiar, cuando yazcas, te ha de cuidar; y cuando despiertes, hablará por ti”.


“Cuando camines te ha de guiar” - en este mundo;
“cuando yazcas, te ha de cuidar” - en la tumba;
“y cuando despiertes, hablará por ti” - en el Mundo por Venir.

¿Por qué es así?

La realidad física, si bien es una realidad tangible, es una realidad limitada con valor subjetivo. Por otra parte, la realidad espiritual es definitiva y eterna.

Por ejemplo: dos sillas más dos sillas suman cuatro sillas. Esas cuatros sillas no tienen por qué seguir existiendo. Su existencia es circunstancial. Mañana, si se rompe una, habrá tres sillas. El concepto de 2+2=4, empero, es indestructible. No depende de las circunstancias. Siempre será igual.

Lo material viene a ser como la pregunta de “¿Para qué sirvo?”, esperando la respuesta por medio del propósito espiritual que se le dé.

Un cuchillo puede ser un instrumento de salvación como puede ser un instrumento de destrucción. Físicamente no hay diferencia entre ellos; espiritualmente no hay comparación. ¿Cuál de las dos realidades es más permanente, la física o la espiritual?

Tener y “tener”

El gran sabio judío, Don Isaac Abarbanel (1437-1508) era, entre otras cosas, el tesorero del rey de Portugal, Alfonso V.

Obviamente, no le faltaban enemigos quienes, envenenados por envidia, buscaron cada oportunidad para que caiga en desgracia ante los ojos del rey.

“Que Su Majestad le pregunte al Abarbanel cuánto es su patrimonio y verá lo que le responde,” sugirieron al rey.

Efectivamente, en la próxima oportunidad, el rey le preguntó: “Dígame, Don Isaac, ¿cuánto vale su patrimonio?”

El Abarbanel le dijo una cifra.

“¿Me permite ver sus libros?”

“¡Cómo no!” contestó el Abarbanel.

Al día siguiente le trajo sus libros de contabilidad de los cuales se desprendía que tenía diez veces más de lo que había declarado.

El rey estaba consternado. ¿Será verdad que su ministro de confianza le haya mentido?

“Don Isaac,” dijo el rey al Abarbanel, “¿cómo me explica la discrepancia entre la cifra que me dijo ayer y la cifra que sale de estos libros? ¡Aquí hay una cifra diez veces más grande que la cifra que me dijo ayer!”

“Su Majestad,” dijo el Abarbanel con confianza, “no hay ninguna discrepancia. Ud. me preguntó ayer cuánto valía mi patrimonio. De todo lo que yo gano destino el 10% a fines caritativos. Ese es mi verdadero patrimonio. El resto, hoy lo tengo yo y mañana lo puede tener Ud. Lo que yo di para fines benéficos, nadie jamás me puede sacar...”

Vemos aquí algo muy curioso. El Abarbanel consideraba como “suyo” lo que dio para caridad y no lo que tenía en su cuenta bancaria. La riqueza material es sólo una materia prima esperando adquirir su verdadero y eterno valor una vez que es utilizada para algo cuyo valor va más allá de los circunstancial y lo subjetivo que es la dimensión material.

El Pudor

El mismo concepto se puede aplicar a muchos aspectos de la vida, entre ellos el pudor.

Hay quienes creen que el fundamento de las normas judías del pudor es el intento de subyugar a la mujer.

No hay nada más lejos de la verdad. Las normas halájicas del pudor expresan la idea de que la dimensión material de la existencia no es un valor en sí mismo, sino que está al servicio de una finalidad espiritual.

La sensualidad sirve siempre y cuando está al servicio de la santidad. Esta santificación se logra cuando se expresa dentro del matrimonio y no fuera de él. El pudor está para proteger la santidad de la sensualidad y no para reprimirla.

Las Tiendas de Iaacov

En la lectura bíblica de Balak, leemos como el hechicero Bilam fue contratado por Balak, rey de Moav para maldecir al pueblo judío y como terminó bendiciéndolo con bendiciones muy intensas, una de las cuales forma parte de nuestras plegarias matutinas (Números, 24:5)
: “¡Cuán buenas son tus tiendas, Iaacov, tus moradas, Israel!”


Nuestros sabios aclaran que lo que provocó dicha bendición fue cuando Bilam vio al campamento Israelita desde las alturas y observó como las puertas de las tiendas no daban directamente hacia la puerta del vecino, asegurando así un alto nivel de pudor y privacidad...

El excremento espiritual

Eso contrasta fuertemente con la idolatría del pueblo de Moav, “Baal Peor”, sobre la cual leemos al final de la lectura de esta semana. La manera de servirlo consistía en defecar frente a él.

¿Cómo se entiende el concepto de adorar el excremento?

El excremento es lo que queda después de que el cuerpo extrae la parte útil, los nutrientes, de la comida. Uno come porque la comida contiene nutrientes que su cuerpo necesita para vivir. El excremento es lo que queda de la comida luego de haber cumplido su función.

Del mismo modo, cada acto placentero contiene dos aspectos, el propósito y el placer. El que utiliza algo por el propósito espiritual por el cual existe, lo eleva a un nivel espiritual superior. El que únicamente busca el placer que causa, es una variante de los idólatras de Peor, adorando la materia en sí, sin pensar en su verdadero propósito espiritual.





martes, 2 de julio de 2013

Fe y Confianza



Fe y Confianza
Por el rabino Eliezer Shemtov

Si bien la fe mueve montañas, hay muchos que ven en la fe una especie de “muleta”, un mecanismo de escape de la realidad para aquel que no la quiere enfrentar con lógica y racionalidad.

Veamos algo sobre la fe, cómo funciona, y qué rol juega en la vida del judío creyente.

Para empezar, la fe no lleva a una postura pasiva, sino todo lo contrario: el que tiene fe está aún más motivado, confiando en que sus esfuerzos se verán coronados con éxito.

Hay dos instancias muy diferentes entre sí en las cuales se recurre a la fe: 1) antes que sucedan las cosas; 2) después que suceden.

Antes que sucedan, se aplica la versión de fe denominada Bitajón, o sea “confianza” y después que suceden se aplica la Emuná o la “convicción” que es todo para bien.

Según las enseñanzas jasídicas, la propia actitud positiva genera una energía positiva y ayuda a que las cosas salgan tangiblemente positivas.

Una vez que sucedan las cosas, aunque no salgan como a uno le hubiese gustado, uno aplica la Emuná y tiene la convicción que es todo para bien, aunque no entienda cómo.

Dos historias

Encontramos en el Talmud dos historias al respecto:

Rabí Akiva solía viajar siempre con un burro (para transporte), una gallina (para despertarlo de madrugada) y un farol (para poder estudiar de noche). Un día llegó a una ciudad y quiso pasar la noche ahí. Ya habían cerrado los portones y los guardias no lo dejaron entrar. “Todo lo que D-os hace es para bien”, dijo y, sin tener alternativa, fue a descansar en el campo. Al rato vino un león y le comió al burro. “Todo lo que D-os hace es para bien”, dijo. Al rato vino un gato y le comió la gallina. “Todo lo que D-os hace es para bien”, dijo. Al rato vino un viento y le hizo caer el farol, rompiéndolo. “Todo lo que D-os hace es para bien”, dijo.

De mañana fue a la ciudad para reponer su burro, gallina y farol y se encontró con que durante la noche vinieron ladrones y asaltaron a la ciudad. Ahí se dio cuenta que todo era para su beneficio. Si lo hubiesen dejado entrar a la ciudad, hubiese sido víctima del asalto. Si hubiesen visto el farol en el campo, lo hubiesen encontrado, como también si escuchasen el burro o la gallina... Pudo entender cómo todo lo que parecía negativo, era, en realidad, para su beneficio.

La segunda historia es del maestro de Rabí Akiva, el sabio conocido como Najum Ish Gam Zu, quiere decir Najum “el hombre de ‘también esto’”. Lo llamaban así porque siempre, ante cualquier incidente en la vida - aún los que parecían ser negativos - decía “también esto es para bien”.

Un día los líderes de la comunidad judía de Israel decidieron mandar como regalo al rey de Roma una caja de piedras preciosas. Nombraron a Najum Ish Gamzu para que encabezara la delegación. En una de las paradas, alguien les robó las piedras, sustituyéndolas por arena. Cuando los integrantes de la delegación se dieron cuenta, se armó un escándalo. ¿Qué hacer ahora? Najum Ish Gamzu los tranquilizó. “Esto también es para bien,” dijo. “Sigamos a Roma con la caja de arena.”

Al llegar al palacio, los llevaron ante el Rey. “Trajeron un regalo de parte de los judíos de Israel,” anunciaron. Abrieron la caja y al ver su contenido el Rey se enfureció.

“¡¿Se están burlando de mi?!”

Eliahu Hanaví, disfrazado de ministro, le dijo al rey: “Su Majestad, ¿cree Ud. que los judíos son tan ingenuos como para insultarlo? Seguramente no se trata de arena común y corriente. Según la tradición judía, su patriarca Avraham venció en guerra a cinco reyes y sus ejércitos. ¿Cómo lo logró? Cuando les tiraba un puñado de arena se transformó, milagrosamente, en piedras grandes y flechas. Probablemente le trajeron a su Majestad de esa arena especial...”

“Bueno, pongámosla a prueba. Llevenla al frente y pruebenla,” ordenó el Rey. Dicho y hecho. La llevaron al frente y vieron que, efectivamente, se comportaba como esa arena milagrosa.

El rey estaba tan contento que llenó la caja de piedras preciosas como agradecimiento a los judíos de Israel.

En el camino a casa contaron a todos del milagro que les sucedió. El ladrón, al escuchar la historia pensó: “Wow! Yo sé de dónde viene esa arena. Le llevaré al Rey carros enteros. Seguramente me compensará mucho más que lo que dio por una mera cajita...”

Llegó a Roma con carros de arena y al probarla y ver que era nada más que arena común y corriente, le dieron lo que merecía...

Las dos historias nos muestran ejemplos de dos niveles diferentes de fe. En el primer caso, la fe ayudó a aceptar la realidad y confiar que era para bien. En el segundo caso la fe transformó el “mal” en “bien”. ¿Qué hubiese pasado si no les hubiesen robado las piedras preciosas? ¿Al Rey le faltan piedras preciosas? La convicción indomitable de Najum Ish Gam Zu logró transformar una situación naturalmente negativa en algo milagrosamente positivo.

Como dijeron nuestros Rebes: Trajt Gut, Vet zain Gut; Piensa bien y será bien.

La alegría

Una de las características muy entrelazadas con la fe es la alegría. La fe produce alegría y también la alegría provoca y fortifica la fe.

Cuentan de dos hermanos, Jasidim, que fueron encarcelados en la época del Zar. Resulta que en la celda había un balde destinado a las necesidades de los reclusos y está prohibido recitar las plegarias en dicho ambiente.

Uno de los hermanos se puso muy triste al no poder rezar. El otro se puso muy contento. “Mira,” dijo a su hermano, “el mismo D-os que quiere que recemos, quiere que no recemos en estas condiciones. Resulta, entonces, ¡que al no rezar estamos cumpliendo con su voluntad!

Al darse cuenta de que descubrieron que las condiciones adversas les dieron una oportunidad de servir a D-os aunque sea de otra manera que lo usual, empezaron a cantar y bailar con alegría. La gente miraba con asombro y preguntaron a qué se debía tanta alegría. Los hermanos simplemente señalaron al balde mientras seguían bailando con fervor.

Los guardias, al escuchar la conmoción, vinieron a investigar su causa. ¿Qué pasa aquí? ¿Por qué tanta celebración? preguntaron. Los demás reclusos apuntaron al balde. Los guardias no entendieron qué tenía que ver el balde con el baile pero querían restaurar el orden en la cárcel, así que entraron y sacaron el balde...  

La alegría de los hermanos logró lo que la tristeza nunca hubiese logrado. Ahora pudieron rezar como D-os manda...

La fe “por las dudas”

La fe sirve también “por las dudas”...

Cuentan de un padre e hijo que estaban corriendo para alcanzar al tren. “Olvidate, Papitos” dijo el hijo, “dejemos de correr porque seguramente ya lo perdimos.”

“Puede ser,” dijo el padre, “pero prefiero perderlo intentando...”

¿Será una ingenuidad? ¿Un capricho? ¿Terquedad? Yo lo intenté en más de una ocasión y me dio buen resultado...

Originalmente publicado en el Semanario Hebreo