Uno de los preceptos más famosos y quizás menos entendidos es el de la Tzedaká.
Tzedaká se traduce generalmente como “caridad”, aunque, en realidad, hay una diferencia abismal entre las dos. La raíz etimológica de la palabra Tzedaká es Tzédek o justicia mientras que Caridad quiere decir “bondad”; su equivalente en hebreo sería Jésed.
Más allá de una cuestión etimológica, hay aquí una diferencia conceptual muy importante. “Caridad” implica ser generoso y bondadoso. El que da caridad piensa: “Yo trabajé para ganarme el dinero que tengo y no debo nada a nadie. Te doy porque soy bueno.” “Tzedaká”, por otra parte, significa todo lo contrario. El que da Tzedaká piensa: “Todos mis esfuerzos y trabajo no me garantizan absolutamente nada de ganancia. Uno puede arar y sembrar pero para que llueva y para que crezca depende de D-os. ¿Por qué D-os me dio a mi lo que me dio y no al que me viene a pedir? Si bien una parte es para mí, hay otra parte que es para que yo sea el medio por el cual el otro reciba su sustento. Si es así, soy nada más que un ‘agente’ para entregar ese dinero; ¡ni siquiera es mío! Al darle al otro lo que precisa estoy siendo justo y no generoso…”
El efecto de la Tzedaká no es meramente económico y social, sino que tiene también una resonancia cósmica, como se desprende de la siguiente historia documentada en el Talmud (Bava Batra, 10a):
Preguntóle (el gobernador romano) Turnus Rufus a Rabí Akiva: ¿Por qué Uds., los judíos, actúan en contra de la voluntad Divina? Si D-os creó ricos y pobres, ¿qué sentido tiene darle dinero al pobre? ¡Si D-os hubiese querido que tuviera dinero se lo daría directamente! A lo que Rabí Akiva le respondió: es justamente para cumplir con el plan Divino de que haya bondad en el mundo. Si todos tienen todo lo que necesitan y no necesitan nada de nadie, ¿cómo habría posibilidad de generar bondad y generosidad? Uno de los motivos por el cual D-os creó al mundo es justamente para que haya bondad. ¡Es por medio de la Tzedaká que se logra que ese objetivo se cumpla!
Encontramos en las enseñanzas jasídicas la siguiente perspectiva sobre el efecto de la Tzedaká.
Generalmente nadie invierte en un negocio para sacar menos de lo que puso. Parece ser muy obvio y elemental. No obstante, vemos que hay mucha gente que hace exactamente eso, toman recursos infinitos para convertirlos en resultados limitados; toman vida humana y la transforman en metal. Por más cantidad de metal que sea, sigue siendo un resultado limitado a cambio de una inversión de potencial infinito… ¿Cómo se justifica?
La pregunta se agudiza más aun al ver que el judaísmo no sólo tolera el trabajo y la dedicación a generar riqueza material sino que lo fomenta y lo ve bien. ¿No sería más loable dedicar la vida a actividades puramente de índole espiritual?
La respuesta es que D-os no es ni físico ni espiritual; creó a ambas realidades y se puede y debe servirLo por medio de las dos. Es especialmente por medio de la Tzedaká que uno lograr romper la barrera natural que hay entre lo material y lo espiritual, generando un valor y energía que trasciende a los de cualquiera de los dos por sí mismos.
Veamos un ejemplo de cómo sucede.
Una botella de agua sale aproximadamente $20 y al tomarla, le satisfará por apenas unas horas. ¿Qué diría si alguien le ofrece una botella de agua por $1.000? Seguramente pensará que es una estafa. Ahora, imaginémonos que Ud. está caminando por la calle y encuentra alguien muriéndose de sed y le da esa botella de agua, salvándole la vida. ¿Cuánto vale esa botella de agua ahora? ¿Cuándo caduca su valor? El valor del agua, ahora, gracias al uso que se le dio, es infinito y eterno.
Esto es un ejemplo de lo que sucede cuando damos Tzedaká. Utilizar el dinero para simplemente para satisfacernos aporta nada más que algo de valor limitado, por mucho que sea. Utilizarlo para hacer un acto de bien no sólo lo transforma en una herramienta que genera un valor infinito y eterno, sino también da otro valor al esfuerzo y a la energía que uno invirtió en producirlo. De esa manera resulta ser un muy buen “negocio”…
¿Cuánto hay que dar para estar “justo” y a partir de cuánto es que uno se considera “generoso”?
De hecho encontramos dos preceptos bíblicos al respecto, tanto una obligación como una prohibición. La obligación es “Abrir abrirás tu mano para él [pobre]” (Deut., 15:8), “Que tu hermano viva contigo” (Lev., 25:36). La prohibición es “No endurezcas tu corazón y no cierras tu mano a tu hermano indigente” (Deut., 15:7). O sea cuando uno se entera de alguien que necesita algo y uno está en condiciones de ayudarlo, debe ayudarlo con todo lo que necesita. Si no está en condiciones de ayudarlo con todo lo que necesita, debe ayudarlo con hasta el 20% de su riqueza si es generoso y si no es especialmente generoso debe ayudarlo con el 10% de su patrimonio.
Nuestros sabios han instituido la obligación de designar un 10% - Maaser - del dinero de uno para fines caritativas. Esta obligación se aplica tanto al capital inicial como a las ganancias anuales que esto genera. (Consulte con su rabino los detalles en cuanto a cómo se calculan ganancias.)
Maimónides, en su Mishné Torá (Leyes de Dádivas a los Pobres, 10:7-14), enumera ocho niveles diferentes de Tzedaká, el más elevado entre ellos siendo ayudar al necesitado a conseguir independencia económica por medio de un empleo o un préstamo y el nivel más bajo siendo cuando uno le da al pobre recién después que pide, sin darle todo lo que precisa y aun esto con mala gana.
Dicen nuestro sabios (Vaikrá Rabá, 34:8): “Más de lo que el rico hace para con el pobre, el pobre hace para con el rico.” El rico le da al pobre nada más que dinero, mientras que el pobre le da al rico la oportunidad de generar bondad y lograr el mérito de hacerlo.
Por más detalles sobre las leyes de Tzedaká, véase Maimónides, Mishné Torá, Leyes de Dádivas a los Pobres, caps. 7-10 y Kitzur Shuljan Aruj, Cap. 34.
RabinoShemtov@Jabad.org.uy
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